¿Quién te escribe aun sin saberlo?
Te presentas a tientas,
Te autoproclamas única luz en la penumbra,
Legítima deidad del viejo mundo.
¿Cuántos soñamos?
Sentados en el capó de un viejo Peugeot rojo,
Contemplando, sin ser conscientes de ello, tu magnificencia.
Tengo las alas fracturadas de tanto soñarte despierto,
He gastado el último verso en tu nombre,
He olvidado cómo rimar tu reflejo
Con cualquiera de las metáforas
Con las que antes jugaba sin fatigas.
Ahora ya no escribo ni cuando pretendo
Ni cuando estimo.
Ya no hay en mi cabeza más rima
Que la que mi pasado me otorga.
Por eso me hallo aquí,
Por eso te contemplo, sentado, desde un viejo Peugeot rojo,
Por eso no sueño, por eso no te escribo.
Porque, ¿cuántos habrán escrito sobre ti sin saberlo?
¿Cuántos habrán quebrado sus alas soñándote despiertos?
¿Cuántos habrán malgastado en ti su último verso?
Tú, deidad del antiguo y nuevo mundo,
Tú, nívea luz de la confusión,
Musa inmutable de cuantos en tu resplandor se han perdido.
Me pierdo entre la velocidad
Y el viento acariciando mi mano por fuera de la ventanilla.
Conduzco entre las calles de mi ciudad,
Sin rumbo, sin límite.
Conduzco para perderme.
Porque ¿Cuántos sobre ti han escrito sin saberlo?
¿Cuántos se han perdido en ti
Por el mero hecho de quererte,
De querer tenerte?
¿Cuántas noches conduciendo sin rumbo,
Corriendo entre tu luz y la oscuridad de la noche?
¿Cuántos versos gastados,
Cuántas rimas perdidas,
Cuántos poetas sin nombre?